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Misterios Gozosos, meditaciones del Santo Rosario

Los misterios que se meditan en el Rosario nos permiten conocer y comprender las escenas de la vida de Jesús y también de la misión de María. Las meditaciones escritas por el P. Antonio Mezquiriz, de la congregación de los Hijos del Amor Misericordioso, nos ayudarán a contemplar con mayor profundidad el rezo del Santo Rosario.


Misterios Gozosos


Primer misterio: La encarnación del hijo de Dios


«Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; el nombre de la virgen era María» (Lc 1,26-27).


Este era el plan de Dios , desde el principio de todos los tiempos, ya había dispuesto no solamente dar vida al mundo material en la creación, a través de su Palabra. Deseaba plasmar su sello en ella encarnándola.


Pero todo ello dependía de un sí, de un hágase, de un corazón y espíritu abierto que aceptase esta novedad insospechada. Un Dios que se despoja de toda su divinidad para asumir nuestra humanidad por completo, a excepción del pecado, pero sufriéndolo, conviviendo con los que viven en el y curándolo para restaurarnos en nuestra condición primigenia: el ser hijos por adopción de un Padre bueno y lleno de ternura que no deja de pensar en nosotros ni un instante. ¡¡Y pensó en María!!


Segundo Misterio Gozoso: La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel


«En aquellos días María se puso en camino y fue aprisa a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando a voz en grito, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno".

Que alegría interior nos trae la presencia del Señor de la vida cada vez que llega a nuestro encuentro. Jesús sin haber siquiera nacido ya era ocasión de gozo espiritual misionando desde el seno de nuestra Santísima Madre. Ella era ya Mediadora de todas las gracias siendo instrumento privilegiado de Dios hecho hombre.


De igual modo hoy Dios requiere no de una aceptación pasiva sino de un impulso misionero renovador que nos conduzca con Él en nuestro interior al encuentro del mundo y sus necesidades. Si nuestra vida es vivida así todos saltaremos de gozo ya que nos percataremos de que el Buen Jesús está en medio de nosotros y nos bendice con su presencia.


Tercer Misterio Gozoso: El Nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén


«Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2,1-7)


Centenares de años atrás ya los profetas nos invitaban a soñar con un día en el que en la ciudad de Belén la Vida vendría al mundo. ¡¡Y resulta que sucedió!! Pensemos en estos momentos como la historia es un instrumento querido y respetado por Dios y al mismo tiempo, seamos conscientes que le proclama como su Señor ya que le sirve para poner de manifiesto la Verdad que se revela poco a poco.


El camino es un misterioso y lleno de vericuetos, en los que sin prescindir de todo lo que va ocurriendo, Dios, sabiendo esperar y respetar los “tiempos”, va constatando que llega lo que despierta en el corazón de los que también saben esperar en momentos felices y en medio de las adversidades. La Sagrada Familia con María fue el último escalón gozoso. En ella se refleja toda esta historia de salvación y de qué manera Dios camina todos los días en nuestra compañía para hacer grandezas cuando somos humildes.


Cuarto Misterio Gozoso: La presentación de Jesús en el Templo


«Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido en el seno. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor» (Lc 2, 21-24)


Dar nombre no es algo irrelevante. Todos los que habéis sido padres o madres lo sabéis bien. Procuramos darlo siendo fieles a diversas tradiciones: familiares, santos de devoción o del día. Normalmente siempre ha estado vinculado a cierta vivencia y experiencia de Fe. Hoy incluso esto está poniéndose en crisis. No es difícil escuchar nombres cuyo referente es algún actor, deportista, hasta políticos. Los nombres no solamente son lo que significan, como en el caso de Jesús, Emmanuel (el enviado), sino que también son lo que somos los que lo ponemos. Podríamos de esta forma constatar que nuestra sociedad actual se está descristianizando a pasos agigantados.


Sin embargo, el nombre de Jesús, ni pasó desapercibido ni lo hará jamás ya que en todo lugar y tiempo seguirá siendo sinónimo de amor y salvación universal, será sorpresa y presencia de Dios en medio de la humanidad.


Termino con una simple pregunta. ¿Si los cristianos somos bendecidos con el bautismo, como nuestros hermanos judíos lo son con la circuncisión a los ocho días del nacimiento, y ellos presentan al niño a Dios, con un ritual tras cuarenta días de Purificación cómo hacemos nosotros para presentar o consagrar a nuestro Señor lo que más amamos que son nuestros hijos? Os propongo que anualmente hagamos una celebración con todos los niños bautizados, para presentarlos al Amor Misericordioso, en torno al día 2 de febrero, Solemnidad de la Presentación del Señor.


Quinto Misterio Gozoso: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo


«Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres... Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc 2, 41-47)


Este es el único texto que la Biblia recoge sobre la adolescencia del Señor y nos dice que estando en Jerusalén, en el Templo, se perdió. Perderse en los atrios de la casa de su Padre. ¡Bendito extravío! El Templo debió de parecerle especial, magnífico; y a quien mejor acudir para resolver sus dudas como cualquier joven interesado que a aquellos que Dios había puesto para guiar a su pueblo. Aquellos sabios quedaban maravillados por sus preguntas. Aquellos sabios quedarían más tarde sobrepasados y avergonzados por sus respuestas ya que sacarían a la luz la incongruencia entre sus vidas y sus palabras. Jesús siempre fue íntegro y nos invita a ello.


Pero, ¿y los desvelos de María y José? Como el de todos los padres buscando el bien de sus hijos. Eso sí, reconociendo que los hijos no son propiedad de uno o los padres nulos absolutos. Jesús buscaba llevar a plenitud la vocación de su vida y si para ello los padres debían reconducir lo decidido, deberían hacerlo.


Que susto, pero que ejemplo de aceptación de la voluntad de Dios.

Aquí acaban los evangelios de la infancia del Buen Jesús.

Y nosotros… ¿dónde nos perdemos?




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